El Catalejo de Galileo

La casa de Bello

Por: Pedro Villarino

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*Pedro Villarino es integrante de la Red Pivotes y académico de Faro UDD


Una cierta reminiscencia a octubre de 2019 suscita el video de Sergio Micco: en él se puede apreciar la confluencia de un coro estudiantil envalentonado junto con aplausos que silencian  la voz disonante de la resistencia, el intento de respuesta -al parecer vano e infructuoso- al lincheo inmisericorde. La situación se enmarca en la invitación que el ex Director del Instituto de Derechos Humanos, hoy profesor asociado de la Universidad de Chile, recibió de la Facultad de Derecho de dicha casa de estudios para exponer como panelista en un seminario.

Como respuesta, el decano de la carrera, Pablo Ruiz-Tagle, aseveró que Micco “no fue censurado ni se le impidió el ingreso a la Facultad de Derecho”, y que el vídeo “parcialmente viralizado por redes sociales” no refleja el verdadero espíritu que impregna a la Facultad, uno que “fomenta la reflexión académica y el espíritu crítico de todas las ideas”, y en donde “se respeta el disenso y el diálogo racional, por lo que ningún integrante o grupo puede arrogarse la atribución de censurar el debate universitario ni determinar quiénes pueden visitar nuestras aulas”.

Las declaraciones del decano resultan, a mi juicio, no solo erróneas, sino también sesgadas y minimizadoras, pues lo ocurrido es grave por múltiples razones. En primer término, conminar a un profesor a abandonar la universidad (del video clara y expresamente se oye cómo los estudiantes le exigen que se vaya) en la que hace clases erosiona y afecta, por una parte, la convivencia de la comunidad universitaria, a la vez que acrecienta el deterioro y menoscabo de la autoridad docente, que desde hace ya años viene degradándose en nuestro país.

Al mismo tiempo, no deja de sorprender que el decano no considere que exigirle a un profesor que se vaya sea atentatorio contra los valores que él mismo reivindica, ¿o acaso es compatible con la “reflexión académica” y el “espíritu crítico” acallar una postura por el simple hecho de no corresponder con la forma en que uno piensa? Estimar que silenciar a través del abucheo a una autoridad-¿existe una manifestación más clara de censura física que ésta?- no es pernicioso y contradictorio con “el respeto al disenso y el diálogo racional” , o que agresiones verbales (“violador de derechos humanos”) no constituyen una amenaza al pensamiento crítico es igual de grave que sugerir que la democracia puede ser compatible sin libertad de expresión. La contradicción se manifiesta latente.

Desafortunadamente, lo ocurrido a Sergio Micco no es un hecho aislado, pues refleja una de las principales causas que aquejan a la educación chilena. La deslegitimación del profesorado -y de la autoridad, en último término- de la mano de la irreverencia, el matonaje y la censura al disenso. Como bien señaló Max Colodro, estamos frente al mismo fenómeno que destruyó los liceos emblemáticos.

Así, el recorrido que puede apreciarse entre el vaso de agua de María Música en 2008 y el abucheo a Micco es el de un progresivo detrimento, no solo en lo educacional, sino también en lo valórico. Y lamentablemente, mientras no se adquiera conciencia del peso y de la gravedad que esto conlleva, así como de la necesidad que reviste que como sociedad este tipo de hechos sean condenables sin matices, seguiremos viendo cómo la educación, “la más alta de las poesías”  como la llamó Mistral, se sigue yendo en picada.

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