LA TERCERA

“Lo que se rechazó en el plebiscito fue la política de los iluminados”

Entrevista a Bernardo Larraín

Bernardo Larraín

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Verdades instaladas. Ese es el concepto que Bernardo Larraín Matte más repite durante esta entrevista. El empresario -director de Colbún y CMPC- y expresidente de la Sofofa se refiere a una serie de ideas a lo menos imprecisas que, a su juicio, ha promovido la izquierda y que considera que llegó el tiempo de desafiar, sobre todo cuando se discute un acuerdo para un nuevo proceso constituyente.

Desde Pivotes -el espacio que fundó para aportar al debate público- Larraín plantea que Chile debe comenzar a ocuparse de asuntos pendientes que han quedado rezagados por las discusiones políticas. Por ejemplo, cómo recuperar la brecha educacional que dejó la pandemia; cómo avanzar a la modernización del Estado, y “cómo romper con ideologismos que están impidiendo que Chile impulse su crecimiento”.

-¿Por qué no avanza una solución ambiciosa en materia de litio?- se pregunta-. Porque está esta idea de que desarrollar recursos naturales es extractivista y, si hay que hacerlo, en forma sustentable y en diálogo con las comunidades, como debe ser, solamente el Estado lo puede hacer.

¿Y qué responsabilidad le cabe al sector empresarial en que se hayan instalado estas verdades?

Las verdades no se instalan por arte de magia. Hay alguien que las instala y hay otros que dejan que se instalen. Entonces, primera reflexión: esto demuestra que la llamada batalla de las ideas siempre es fundamental. Y si, por ejemplo, se instala esto de la retórica del extractivismo, hay que mostrar que cuando un emprendedor llega al Salar de Atacama a desarrollar litio, hay mucha innovación, mucha tecnología para extraer ese recurso y transformarlo en un producto de valor agregado, que va a estar instalado, por ejemplo, en una batería de un auto Tesla. El litio es un elemento esencial para la transformación energética, así como también lo es otra industria exportadora chilena donde estamos involucrados nosotros, que es la forestal, puesto que el bosque es el principal sumidero de emisiones de gases de efecto invernadero. Entonces, tenemos muchos recursos cuyo desarrollo requiere mucha innovación, recursos que, además, están conectados con desafíos globales y, sin embargo, por algún motivo nos acomplejamos con ellos.

Claro, pero las forestales tienen mala prensa por algo. También hay que hacerse cargo de esa parte.

Bueno, por supuesto, hay empresas o empresarios que han cometido errores, abusos, y los hay en la industria forestal, minera, el consumo masivo en el retail, en Chile y en todos los rincones del mundo. Todo sistema complejo puede fallar. Y por supuesto que esas fallas tienen que ser condenadas enérgicamente y tenemos que generar cultura empresarial y sistemas de gobiernos corporativos que disminuyan a cero la probabilidad de ocurrencia.

¿Y estas “verdades instaladas” quedan en otro escenario con el triunfo del Rechazo? ¿Pierden fuerza?

Para mí lo más relevante del 4 de septiembre es que fue un rechazo a una cierta forma de hacer política; la política de los iluminados, esa política que tiene un diagnóstico preciso, contundente, claro, evidente, y que en este caso, por ejemplo, sería que los últimos 30 años fueron solamente fuentes de abuso y desigualdad, y que frente a ese diagnóstico preciso, había una respuesta también precisa, incuestionable y definitiva, que era desarmar el modelo para reemplazarlo por uno nuevo. Esa forma de hacer política iluminada, de verdades absolutas, donde no hay matices, donde no se tolera la divergencia, fue claramente rechazada. Hay una oportunidad a partir del 4, de que se vuelva a instalar una política que duda, que considera que contrastando posiciones diversas, se logran las mejores respuestas.

Se ha interpretado como el triunfo de la socialdemocracia sobre Apruebo Dignidad.

No necesariamente de un sector político por sobre otro. Esa forma iluminada también se ve en el otro extremo del espectro político, como esas personas que, frente a cualquier fenómeno complejo, como puede ser el estallido, siempre tienen una respuesta clara: “Esto es una conspiración de Venezuela con Cuba, del Partido Comunista y punto”.

¿Cómo ve el panorama hacia adelante?

Bueno, hay algunos brotes positivos en la conversación que está teniendo lugar en el Congreso, donde, nuevamente, se empiezan a desafiar verdades absolutas. Cuando se hace el primer acuerdo constitucional era casi una traición hablar de que esto no debía partir de una hoja en blanco, o que debiéramos incorporar a los expertos. Eran aberraciones incompatibles “con lo que los chilenos quieren”. Pues bien: se empieza a discutir que va a haber bordes, hay consenso que deben ser incorporados los técnicos, y se exige el voto obligatorio, que era una especie de símbolo del capitalismo. Eso ya es una muestra de cómo cambió la política; se empieza a insinuar este camino donde hay mucho menos estridencia, más prudencia, más sobriedad.

¿Cómo ve a los sectores empresariales frente a este proceso? ¿No nota una tentación de que las cosas se queden tal como están?

Creo que así como el 4 se derrotó una forma de hacer política, sería un error que ahora cayéramos en la tentación de que el péndulo se fuera para otro lado pero por el mismo tono: “No necesitamos nueva Constitución, la actual es perfecta”. Sería un grave error, así como el error que cometieron los sectores políticos que fueron dominantes en la Convención.

¿Qué temas de los que estaban en la propuesta rechazada rescataría?

Bueno, hay orientaciones correctas. Claramente se requiere una integración de los pueblos originarios, un reconocimiento constitucional. Pero cuando uno ve que todas las comunas de Chile donde hay población mayoritariamente indígena votaron por el Rechazo, se da cuenta de que la plurinacionalidad es algo que donde más rechazo generó fue en la comunidad indígena. Y debe haber muchas cosas que no deben estar porque no son propias de una Constitución. O sea, prescribir que las relaciones internacionales sean preferentemente con una región del mundo, cualquiera sea, me parece que es una aberración constitucional. Con el TPP11, por ejemplo, llevamos tres años arrastrando los pies, porque nuevamente hay una verdad instalada que no se desafía, que dice que los tratados de libre comercio son en beneficio de las multinacionales y del imperialismo. Eso está instalado en el equipo de gobierno. Y si el TPP11 se aprueba la semana que viene, va a ser a pesar del gobierno.

¿Cree que el gobierno no ha acusado el golpe del Rechazo?

Creo que, efectivamente, la nueva música sí llego al Congreso, pero no llegó a muchos otros desafíos que tiene que enfrentar. Ejemplo, en el tema de pensiones, el gobierno sigue sosteniendo que el 6% adicional va a ir a un fondo solidario que tiene un componente de reparto relevante. Y no quiero argumentar lo que opina la gente, que claramente prefiere las cuentas individuales, pero cuál es la verdad instalada: que el ahorro individual beneficia más las inversiones de las empresas que las pensiones de los chilenos. Hoy día, el 70% de lo que tiene una persona en su cuenta individual corresponda a la rentabilidad de ese ahorro, y solo un 30% al aporte inicial. Y, por otra parte, no hay ninguna incompatibilidad entre un sistema de seguridad social con un sistema de ahorro individual.

¿Ve a la centroderecha jugando un papel relevante en terminar con esas “verdades instaladas” que usted acusa, o está temerosa?

La energía política tiene un cierto límite, y parece estar muy concentrada en el acuerdo constitucional, sin desplegarse aún sobre la reforma de pensiones o para meterse a la discusión tributaria.

Aquí, en el fondo, está esta forma de hacer política que tiene a sus promotores convencidos, y que han sido bastante eficaces, pero también tienen otro grupo de personas que, no compartiéndolas, han sido bastante resignados a su instalación. Eso le pasó, en parte, al mundo de la derecha. Y le pasó, para qué decir, al mundo de la centroizquierda, que se subió al barco donde estaban tocando la música ajena.

A usted se le ve bastante más libre y suelto post Rechazo…

Siempre he dicho que el mundo empresarial y que la sociedad civil tiene un deber súper relevante de participar activamente del debate público y no solamente con la solución. La batalla de las ideas también es propia del mundo empresarial, de sus gremios y quizás en lo últimos 15 años fuimos bastante ausentes de ese espacio.

Si el fondo de toda la discusión es la desigualidad, ¿cómo lidia internamente con poner estos temas sobre el debate público perteneciendo al 0,0001% más rico del país, dueño de empresas que tienen agua, forestales, que están en el conflicto mapuche, es decir, cuando está cruzado por todos los lados?¿Se siente libre para poder plantear sus inquietudes?

Yo siempre me sentí libre, a tal punto que decidí, a pesar de todas esas objeciones que incluso me hacían personas cercanas, postular a la Sofofa. Finalmente, estuve cuatro años en el debate público. No es que me sienta libre ahora, después de septiembre. Creo que es muy importante que muchas personas sean activos partícipes del debate público. La política es demasiado relevante para dejársela solamente a los políticos profesionales.

Los grandes empresarios tenemos un aporte que hacer, somos parte de muchas cosas buenas de los últimos 30 años y también de su brecha. Y hay empresas grandes que hacen cosas extraordinarias, hay empresas extranjeras que hacen cosas extraordinarias y hay empresas pymes que hacen cosas extraordinarias. Pero en todos estos segmentos también hay empresas que hacen cosas malas. Entonces, si uno se empieza a inhibir porque solamente son validados en la discusión pública los emprendedores y las pymes, y, por lo tanto, lo que me conviene es fondearme bajo las pymes, es un error.

Pero no se siente como cancelado ni deslegitimado para participar.

No, nunca lo he sentido. Y uno puede sentirlo porque hay otros que lo hacen sentir o porque uno mismo se autoinhibe. Por ejemplo, si yo opino de la reforma tributaria, alguien me puede decir “eres olímpico, si tú eres justamente la persona a la cual queremos gravar con más impuestos”. Y mi respuesta es la siguiente: no hay que pensar en los empresarios o empresas incumbentes. El incumbente siempre va a tener mucho mejor capacidad para adaptarse a distintos regímenes tributarios. Lo que hay que pensar no es en mi régimen tributario, ni en Colbún, ni en CMPC, ni en los Matte o los Luksic. Hay que pensar en los nuevos emprendedores que sueñan con ser grandes en Chile y que sueñan con crecer. ¿Por qué los principales emprendedores se están yendo fuera de Chile? Hay miles de razones, pero es un hecho de la causa que no hay ningún emprendimiento que tenga aspiraciones de crecimiento que no se registre en Delaware. ¿Por qué no hacemos un plan para que ese emprendedor crezca desde Chile?

Y en el tema tributario también hay una verdad instalada: si a ti te sientan en una mesa y te dicen pongamos posibles medidas para aumentar la recaudación, que sí es necesario, pero que no tenga un impacto relevante en la inversión y el crecimiento, te aseguro que rápidamente llegaría a acuerdo. Pero si te dicen “la reforma tributaria es el instrumento para cambiar el poder en Chile”. Yo digo que le están pidiendo peras al olmo. Por supuesto que hay concentración de poder en el mundo económico, pero postular que la reforma tributaria es el camino para eso, hace que Chile sea de los pocos países que están proponiendo hoy día gravar con impuestos el ahorro.

Usted cuando estaba en la Sofofa conoció al entonces diputado Boric. ¿Cómo está viendo al Presidente?

Él ha hecho cambios, pero no permean a su coalición y a su equipo. Por ejemplo, dice que Chile tiene para ofrecer al mundo litio, cobre, en fin, todos los productos que el mundo necesita para su formación energética y enfrentar el cambio climático. Pero donde el Presidente empieza a ver una oportunidad, su coalición sigue viendo extractivismo y rentismo. El Presidente dice que fue un error haber evitado la discusión del TPP11 la semana pasada, pero su coalición completa sigue reivindicando las banderas ideológicas por las cuales están en contra. Hay un rezago muy relevante entre las orientaciones que el Presidente y las acciones que finalmente toma el gobierno.

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