DIARIOS REGIONALES

Economía o naturaleza, un falso dilema

Columna de Bernardo Larraín

Por: Bernardo Larraín

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Hace unos días, el Presidente Gabriel Boric abrió su discurso ante la 77 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas presentando a Chile como “un país con tremendas oportunidades, que hoy está a las puertas de un desarrollo integral, y que estamos trabajando que sea para todos y no para unos pocos. Un país que tiene cobre y litio para la electromovilidad, un país con hidrógeno verde en desarrollo para proveer de energías limpias al mundo”.

Sin embargo, donde el presidente ve oportunidades, gran parte de su coalición sigue viendo solo extractivismo y genera una dañina estigmatización de la economía de recursos naturales que deriva en crecientes trabas a su desarrollo: burocratización, judicialización y precarización de permisos, concesiones y marcos regulatorios.

La explosiva demanda de litio por el gran desarrollo de la electromovilidad y de las baterías de litio, ha hecho aumentar su precio en un 701% en tal sólo un año. Ello ha implicado que el aporte de los productores privados de litio a las arcas fiscales superara este primer semestre el de Codelco. Sin embargo, a pesar de tener las reservas de litio de mejor calidad en el mundo, Australia duplica nuestra producción y Argentina está cerca de desplazarnos del segundo lugar.

Es que mientras Australia vuela para aprovechar esta oportunidad en forma sustentable, nuestro país arrastra los pies debatiendo si da más concesiones a privados o bien entrega su desarrollo una empresa nacional del litio. O discurriendo, como lo hizo la convención constitucional, que la manera más eficaz para abordar desafíos relevantes como el consumo de agua, es precarizando y declarando incomerciables los instrumentos jurídicos para su uso. O pensando que el mejor camino para resolver las legítimas preocupaciones de las comunidades vecinas, es revirtiendo contratos adjudicados o congelando los nuevos procesos esperando la nueva empresa estatal.

Bolivia nos ilustra lo equivocada de esa ruta: nacionalizó el litio para ofrecer hoy al mundo una producción insignificante a pesar de tener reservas enormes que se estiman en 21 millones de toneladas. El problema es que la oportunidad del litio no esperará que Chile resuelva sus dudas existenciales.

Lo mismo podemos decir de tantos otros recursos naturales donde Chile tiene enormes reservas y potencial de desarrollo, y que son demandados por la economía global: cobre, hierro, energías renovables, hidrógeno verde, productos de “packaging”, limpieza y construcción en base a fibras naturales, alimentos del mar y de la tierra.

El problema es que se ha instalado con eficacia un falso dilema: la idea de que el desarrollo de la economía de recursos naturales, va en contra de los desafíos de proteger el medio ambiente y diversificar nuestra economía. Es un falso dilema porque el desarrollo de recursos como los mencionados no sólo es un imperativo para enfrentar el cambio climático, sino que también puede ser una palanca para financiar e institucionalizar desafíos de conservación. Por otra parte, en torno a la economía de recursos naturales se pueden desarrollar ecosistemas de servicios y soluciones tecnológicas, que aporten a la diversificación y complejización de la economía. El desarrollo económico, social y medio ambiental fundado en recursos naturales de países como Australia o Nueva Zelandia, es una demostración palpable de ello.

Tras el triunfo del Rechazo en el plebiscito, tenemos la oportunidad de reorientar la discusión, incluida la constitucional, hacia una que procure el equilibrio en vez de la oposición entre economía y naturaleza. Y este reenfoque pasa por analizar críticamente los instrumentos que se han instalado como solución: derechos de la naturaleza, autorizaciones administrativas incomerciables para el uso de ciertos bienes comunes y rol hegemónico del Estado no sólo en la regulación y articulación, sino que también en el desarrollo de ciertos recursos naturales.

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