La Tercera

En vez del pesimismo

Por: Ignacio Briones

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Pareciera que el pesimismo, eso de ver las cosas por su lado negativo, se nos aparece con demasiada frecuencia. ‘Que Chile ya se jodió’ y que no habría más que tirar la esponja. Discrepo de la mirada pesimista. Es cierto que llevamos demasiado tiempo sumidos en un crecimiento mediocre, que somos un país más inseguro, políticamente más inestable y que nuestra institucionalidad se ha ido deteriorando. Pero también es verdad que, pese a todo, seguimos teniendo muchas fortalezas comparativas sobre las cuales construir. La libertad consiste en renegar del determinismo y la condena a seguir cayendo en la rodada.

Chile puede y debe levantarse. Con audacia y ambición.

El pesimismo degenera rápido en profecía autocumplida. Por eso, salir de él es condición necesaria (aunque no suficiente) para levantarnos y dejar atrás ese magro 2% de crecimiento anual durante la última década y que se proyecta para la siguiente. Para salir del pesimismo, urge una mirada de largo plazo. Un sueño país convocante y con épica; realista, pero ambicioso. No se trata de contrarrestar el pesimismo con un optimismo voluntarista, sino que con ambición y un plan de acción audaz. Uno con mirada de Estado y que vuelva a pensar en grande, anclado en las oportunidades que Chile tiene.

Este plan parte por reconocer que tenemos sectores con renovadas ventajas y que urge potenciar con mirada de largo plazo. La transición energética global nos ofrece una oportunidad histórica para expandir nuestra minería metálica y no metálica, cuya demanda aumenta estructuralmente y ya se expresa en términos de intercambio históricamente favorables. Lo propio ocurre con la industria forestal, que abate CO2 y cuya madera y fibras reemplazan materiales con mayor huella de carbono. O con nuestro potencial energético renovable (hoy absurdamente limitado por la transmisión), el de la agroindustria o el de la promisoria industria del turismo. Estos y otros sectores clave pueden ser fuentes de gran riqueza futura. Y de orgullo.

Aprovechar la oportunidad pasa por acordar una política de Estado de largo plazo y con un objetivo central: aumentar la producción en estos sectores prioritarios. Esto supone metas ambiciosas, claras y un rayado de cancha atractivo que dé certezas de largo plazo para atraer la multimillonaria inversión que se requiere. Al ser prioritarios, también necesitan un fast track de permisos que, cumpliendo con altos estándares, asegure plazos predecibles y expeditos. La industria del cobre ejemplifica bien el desafío y problema a transformar en oportunidad. Nuestra producción está estancada hace dos décadas. ¿Por qué no ponernos un objetivo país de aumentarla en un 50% al 2050? Chile tiene más del 20% de las reservas mundiales y esto es posible si hay voluntad y un objetivo claro detrás.

El sueño país y su hoja de ruta continúa con una modernización del Estado pensando en el siglo 21. Ello no solo es un deber de cara a una ciudadanía que muchas veces se siente maltratada por el Estado (PNUD, 2017), sino también para aumentar la productividad y facilitar las inversiones. Como he argumentado en otra columna, la reforma central es la reforma del empleo público, hoy bajo una rígida camisa de fuerza que data de 1989. Es cierto que esto puede generar oposición gremial, pero pensar en el largo plazo en serio implica entrar en las verdades incómodas a las que, por conveniente cortoplacismo, llevamos años haciéndoles el quite.

Y si de productividad y oportunidades se trata, el sueño país debe contener una gran cruzada por la educación preescolar y escolar, nuevamente al alero de un desafío país con metas claras y ambiciosas. Según el Simce, en promedio solo 1 de cada 5 estudiantes de segundo medio tiene competencias adecuadas y apenas uno de cada 15 en los sectores vulnerables. Desafío país: subir la proporción a 1 de cada 2 estudiantes en 10 años. En paralelo, asegurar que en cuarto básico todo alumno sepa leer. ¿De verdad no podemos aspirar a algo así? Hay épica en creer que sí.

El sueño país pasa también por dibujar proyectos fuera de la caja. Un ejemplo: ¿Por qué no extender nuestro exitoso modelo de concesiones hacia una política pública para dotarnos de una gran red de desaladoras para Chile? El Estado pone terrenos de bienes nacionales, define la escala, gestiona los permisos en una lógica prioritaria de fast track y luego licita la construcción y operación por mínimo valor presente de los ingresos, como en las carreteras. Esa red podría asegurar agua para la población en zonas que se desertifican, ser sustento del desarrollo minero y abrir insospechadas posibilidades para el desarrollo agrícola en tierras fértiles, pero sin agua, generando un enorme efecto riqueza.

Churchill decía que el pesimista ve una dificultad en cada oportunidad. Chile tiene enormes oportunidades cuyo aprovechamiento exige salir del pesimismo. No para reemplazarlo por un optimismo voluntarista. Nada de eso. En vez del pesimismo, sencillamente ambición.

 

Ignacio Briones, miembro del consejo asesor de Pivotes

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