La Tercera

154 días de paros de profesores desde 2010 y contando: una lápida al desarrollo y la equidad

Por: Bárbara Manríquez

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Al evaluar los paros nacionales de docentes más prolongados de la historia reciente, lamentablemente nuestro país se ubica en el podio. El paro de profesores de 2015, que duró 57 días, se encuentra entre los más extensos a nivel mundial en los últimos 15 años, junto con Costa Rica en 2018 (89 días) y Colombia en 2017 (37 días). Lejos de remediar la situación, en 2019 en nuestro país se sumaron 51 nuevos días de paro del gremio docente. En total, sumando desde 2010 hasta la actualidad, en Chile se registran al menos 154 días de paralización promovidos por el Colegio de Profesores, es decir, cerca del 85% de un año escolar completo. Lamentablemente, este recuento continuará a partir de este miércoles, día en que inicia el nuevo paro indefinido convocado por el gremio.

Los paros docentes traen consigo efectos negativos inmediatos y previsibles: disminuyen el rendimiento académico de los estudiantes, empeoran la imagen de la educación pública y reducen la confianza en las instituciones educativas. Sin embargo, lo más alarmante llega al analizar las consecuencias negativas que generan sobre las trayectorias de vida de los estudiantes que se ven afectados. Un estudio de los economistas David Jaume y Alexander Willén examinó el impacto a largo plazo de los paros en Argentina entre 1983 y 2014. Los estudiantes de esa época enfrentaron un promedio de 88 días de huelga al año, y el estudio reveló que aquello tuvo impactos que se reflejaron incluso en su vida adulta, con consecuencias distintas para hombres y mujeres. Los hombres tuvieron, en promedio, menos años de educación, mayor probabilidad de desempleo y salarios más bajos. Las mujeres, por su parte, también tuvieron menos años de educación. A diferencia de los hombres, sus salarios no se vieron afectados, pero sí hubo un aumento en el número que se quedó en casa dedicándose a labores domésticas. Además, aquellas mujeres expuestas a huelgas en su infancia tendieron a tener más hijos y parejas con menor educación e ingresos. Los efectos negativos fueron más notables en jóvenes de 12-17 años y afectaron principalmente a los niños de familias vulnerables. Los autores estimaron que el costo económico de estas huelgas en Argentina ascendió a $2,34 mil millones de dólares al año.

En un contexto de recuperación educativa post pandemia y ante el nuevo paro indefinido convocado por el Colegio de Profesores, es aterrador pensar en el impacto a largo plazo que la pérdida de clases tendrá en los estudiantes chilenos, sobre todo en la educación pública, que atiende a los más vulnerables. No son solo clases perdidas, son trayectorias académicas y laborales que se verán afectadas. Son mermas en los proyectos de vida de los estudiantes, y también en el desempeño del país.

Si Chile busca avanzar hacia el desarrollo y la equidad, es esencial considerar a la educación como un sector prioritario y estratégico en el que los paros no solo sean indeseables, sino también considerados ilegítimos, propiciando otras formas de protesta y negociación. Los niños y jóvenes de nuestro país merecen una garantía básica: que independientemente de huelgas y protestas, continúen recibiendo la educación que les corresponde según la Constitución y la Declaración de Derechos Humanos.

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