El Llanquihue

Cuenta pública y acuicultura

Por: Joaquín Barañao

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Un micrófono silenciado que representa la omisión de la acuicultura en el discurso presidencial. Un micrófono desconectado o con una cinta cruzada comunica la ausencia deliberada del tema.

Para hablar de prosperidad, es fundamental distinguir dos conceptos muy distintos. El primero, es cuánto valor se genera. El segundo, cómo se distribuye. En la cuenta pública, el Presidente Gabriel Boric lució como grandes logros medidas como la reducción de la jornada laboral a 40 horas, el aumento del salario mínimo y el Sistema Nacional de Cuidados.

Sea cual sea nuestra posición política, todos queremos tiempo de descanso, sueldos dignos y buena vida para quienes no pueden valerse por sí mismos. El punto es que para obtener todo eso necesitamos generar los recursos que lo hagan posible.

Lo que el Gobierno celebra como sus principales legados pertenecen a la segunda categoría, sobre cómo distribuimos los frutos, no sobre cómo los generamos.

La acuicultura es una tremenda oportunidad de generar ese valor que luego nos permite distribuir en descanso, sueldos, cuidados u otros bienes públicos. No es una idea audaz, ni una posibilidad remota cuya factibilidad hay que sentarse a estudiar, sino una industria cuya viabilidad y valía están archiprobadas hace mucho.

Lo que falta es sólo decisión política para permitirle crecer, por supuesto con estándares ambientales y sociales del siglo XXI, no como los acostumbrados décadas atrás. La oportunidad está al alcance de la mano. Así lo entienden los noruegos, nuestros principales competidores.

Pese a ello, no hubo ni una sola mención en 152 minutos de discurso. Una lamentable omisión. No vaya a ser cosa que después no tengamos cómo costear esa sociedad solidaria con la que sueña el Presidente.

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