Ex-Ante

¿Valor agregado

o valor restado?

La obsesión del país debiera centrarse en cómo nuestra matriz productiva aumenta el valor agregado, lo que genera negocios más rentables, más ingresos, más recaudación tributaria y más empleos.

Por: Elisa Cabezón

| |
Compartir
¿Valor agregado o valor restado?

La semana pasada se publicaron los programas de gobierno para las primarias del oficialismo. Se menciona con frecuencia la promesa de reformar la “matriz extractivista en recursos naturales” de Chile, convirtiéndola en una matriz “más sofisticada” a través de la incorporación de “valor agregado”. Escuchando a quienes defienden estas políticas, veo que hay una confusión sobre el concepto de “valor agregado”, y esta confusión puede llevar a impulsar medidas que destruyen valor, en lugar de añadirlo.

El valor agregado es un concepto súper sencillo. Es la diferencia entre el precio en el mercado de los bienes y servicios que genera una empresa y su costo de producción. Por ejemplo, imagina que tienes una empresa de harina. Tus costos incluyen el terreno y los fertilizantes para el cultivo del trigo, la maquinaria y el personal para cosecharlo y luego transformar los granos en harina. Sumando todo, el kilo de harina te cuesta $500, y en el mercado lo vendes a $1.500. El valor agregado de tu harina es $1.000 por kilo. Es decir, lograste crear un bien que tus clientes valoran en $1.500 a partir de insumos y un proceso que costaron $500.

En el debate algunos actores suelen confundir “valor agregado” con “subir en la cadena de valor”, es decir, generar bienes que están más cerca del producto final. Pero muchas veces, al tratar de subir en la cadena, las empresas destruyen valor en lugar de agregarlo. Sigamos con el ejemplo.

Supongamos que tus clientes son panaderías, que compran tu harina para cocinar panes artesanales y vendérselos a los hogares. Un director de tu empresa sugiere que produzcas estos panes. Estudias esta opción. Para cocinar un kilo necesitas, además de un kilo de harina, comprar otros ingredientes y contratar cocineros especialistas. Esto implica un costo extra de $2.000 por kilo. Si sumas el costo de $500 que te cuesta producir la harina, el kilo total de pan te cuesta $2.500.

Vas al mercado y resulta que tus competidores venden el mismo pan a $2.000 el kilo. Es decir, tendrás que vender un pan que te costó $2.500 a un precio de $2.000. ¡Felicitaciones! ¡Lograste subir en la cadena de valor! Pero al hacerlo en vez de agregar valor lo estás restando. Tomaste insumos que costaron $2.500 y los transformaste en un bien que el mercado valora en $2.000.

¿Esto implica que tu empresa no debe atreverse a innovar y sofisticar su negocio? Por supuesto que deber hacerlo. Pero un buen emprendedor sabe que la innovación o sofisticación en la producción no es sinónimo de avanzar hacia bienes de consumo final. El objetivo de la innovación es la acumulación de conocimiento que permite, o bajar los costos de producción a través de procesos más eficientes, o generar un bien más valorado en el mercado. Es decir, aumentar el valor agregado. Si al subir en la cadena se logra ampliar la diferencia entre el precio del producto y su costo, el emprendedor lo hará. Pero si al hacerlo destruye valor, desistirá.

Esta confusión de conceptos se ve en la Estrategia Nacional del Litio y en el discurso de algunos candidatos oficialistas que hablan de terminar con la matriz extractivista de recursos naturales y se obsesionan con una política de Estado para subir en la cadena. El problema con esta política es que, si en ese intento el costo es mayor al precio final, esa destrucción de valor no lo paga un emprendedor privado. Lo pagamos todos los chilenos, ya que es un mal uso de los recursos públicos.

Invertir para impulsar la extracción directa de litio (DLE), un proceso que involucra un gran avance de conocimiento y sofisticación en extraer litio minimizando los costos de operación y el uso de agua, puede ser un gran ejemplo de agregar valor avanzando hacia atrás en la cadena de valor. Por el contrario, la política del gobierno de avanzar hacia la fabricación de baterías para subir en la cadena no ha logrado despertar interés por el momento. Señal de esto es que las dos empresas chinas a las cuales el Estado les dio condiciones preferentes para avanzar, incluso sacrificando ingresos al venderles litio a un precio inferior al de mercado, se retiraron.

La obsesión del país debiera centrarse en cómo nuestra matriz productiva aumenta el valor agregado, lo que genera negocios más rentables, más ingresos, más recaudación tributaria y más empleos. La confusión de algunas voces en el debate público que creen que la innovación y la sofisticación en los procesos sólo agregan valor si nos acercamos al producto final, puede llevar a implementar políticas que generen un gran retroceso para Chile.

Contenidos relacionados

Lotería geológica, velocidad geológica

Columnas de opinión

Lotería geológica, velocidad geológica

Columnas de opinión

Litio: el complejo de no ser complejos

Columnas de opinión

¿Quién representa a los informales y desempleados?

Tierras raras, procedimientos ídem

Columnas de opinión

Tierras raras, procedimientos ídem

Columnas de opinión

Guerra comercial y las arcas fiscales de Chile