Bío Bío Chile
Marie Kondo estatal
Marie Kondo ganó fama mundial a partir de una propuesta sencilla: reunir todas las pertenencias, una categoría a la vez, y conservar solo aquellas que nos producen tokimeku, emoción. Asignado un lugar, desechar rápida y completamente todo lo demás.
Cambios en tecnologías, o en nuestras circunstancias, pueden cambiar también la justificación originaria de las posesiones. Ese VHS que alguna vez animó las noches familiares fue fagocitado por el DVD, y este por el streaming. Esos libros infantiles ya no encuentran infante. Esos estoperoles para los que, seamos francos, ya no estamos en edad.
A esto -que, si bien a nivel personal es de sentido común, no siempre lo es a nivel estatal- puede aplicarse la misma lógica. Que alguna institución o cargo alguna vez se justificara no implica que se justificará por toda la eternidad.
Pese a eso, debido a una inercia similar a la que mantiene a ese VHS juntando polvo, instituciones o cargos que perdieron su justificación subsisten y se acumulan unos encima de otros, cual estratos geológicos capaces de reconstruir la historia.
Necesitamos pegarnos un Marie Kondo estatal
Considere las delegaciones provinciales (ex gobernaciones). La mayoría de los países tienen solo tres niveles de administración: nacional, regional/estatal y comunal. Chile se cuenta en una minoría de países que añade un cuarto, entre región y comuna, con los consiguientes costos por concepto de sueldos y gastos de oficina ¿Es realmente imprescindible?
Quizás se justificaba mayor granularidad territorial en 1974, cuando se implementó la división vigente, o cuando había trece regiones y no dieciséis. Quizás en una era sin Internet y en las que las llamadas de larga distancia eran tan caras que uno hablaba rapidito, pero ¿mantendremos cuatro niveles por siempre, pese a todo lo que hoy puede resolverse a distancia?
El Estado aún financia un ejército de estafetas, fósil de una época de papeles en la que la permanente comunicación entre organismos requería transporte. Repito la pregunta ¿deben ser eternos esos cargos?
Piense, por último, en la lógica de un auto y un chofer asignado a tiempo completo a cada alto funcionario, y que pasan la gran mayoría del tiempo estacionados. Cuando estos puestos se crearon no existían softwares de optimización de flotas, que permiten asignaciones inteligentes. Ok para presidente, ministros y algunos más, pero en lo referido a jefes de gabinete o asesores repito la pregunta mantra ¿para siempre?
Es comprensible el instinto a proteger el empleo. Si es su caso, le respondo de dos maneras.
La primera, que buena parte del Marie Kondo estatal podría lograrse tan solo evitando, cuanto sea posible, reponer a quienes se marchan voluntariamente.
Jubilaciones y renuncias voluntarias —porque encontraron una pega mejor, por ejemplo— suman un volumen muy significativo a lo largo de cuatro años de administración. Lo que sí, este enfoque requiere flexibilidad funcionaria para aceptar cambios en las responsabilidades. No será mucho pedir ¿Cierto?
La segunda, es que está muy bien empatizar con los funcionarios públicos, pero esa compasión hay que equilibrarla con la que merecemos todos los demás, que financiamos esos costos con el sudor de nuestra frente. Incluso quienes no pagan impuesto a la renta dedican uno de cada cinco días de su trabajo a pagar IVA.
Urge una revisión rigurosa e imparcial de la relevancia y efectividad de las instituciones vigentes, y coraje para eliminar aquellas cuya justificación quedó superada por el paso del tiempo.
La Comisión Asesora para Reformas Estructurales al Gasto Público convocada por el Ministerio de Hacienda ya propuso absorber las tareas de al menos PRODEMU e INJUV en otros organismos. Una evaluación sistemática con seguridad develaría muchas oportunidades más.