La Tercera
¿La respuesta a la burla de los PMG?
Es relativa

Imagine un profesor que acostumbra a calificar a todos y cada uno de sus 30 alumnos con nota 7. Hay dos opciones. La primera, que le tocó en suerte un grupo humano homogéneamente brillante. El problema de esta hipótesis es que se trata de una imposibilidad estadística. Para entender por qué, la distribución de estaturas resulta de más fácil visualización. Supongamos que uno de cada 50 adultos mide más de 1,90m. Si usted escoge uno solo al azar, la probabilidad de que supere ese umbral es uno en 50. Pero si escoge a un grupo de 30 al azar, la probabilidad de que todos lo superen es cero (bueno, no exactamente cero: una en 931 octillones 322 mil 574 septillones 615 mil 478 sextillones 515 mil 625 quintillones). A ese profe le puede haber tocado un alumno brillante que no baja del 7, o dos, pero 30 de 30 simplemente no es posible.
La segunda opción, que no requiere de milagros estadísticos, es que su vara de medida es muy laxa.
No le voy a soplar cuál es la respuesta correcta.
Ahora permítame llevarlo a nuestros servicios públicos. El Programa de Mejoramiento de la Gestión (PMG) asigna bonos equivalentes a un 7,6% de las remuneraciones a los funcionarios de instituciones que alcanzaron 90% o más de cumplimiento de objetivos, y de un 3,8% si cumplieron entre 75% y 90%.
En 2024, fueron 204 las reparticiones públicas evaluadas. ¿Qué porcentaje cree que alcanzó nota máxima, nota intermedia y nota baja? Le respondo: todos y cada uno de los servicios se embolsó el bono máximo; pese a que los programas que la Dipres califica como “insuficientes”, “bajos” o “de mal desempeño” consumen 2,3 veces más recursos que los “suficientes” o “buenos”; pese a que los funcionarios públicos promedian 2,4 veces más días de licencia que sus pares privados (además de 6 días administrativos); pese a que la educación pública se la pasa de paro en paro.
Una burla.
El esquema vigente es absurdamente laxo, porque casi no hay incentivos a descontar puntaje. Dado que el sistema es endógeno, a los involucrados les resulta preferible sumarse a la farsa, en lugar de combatirla heroicamente. No vaya a ser cosa que si nos ponemos serios arriesgue mi propio bono. Entre todos nos cuidamos y nos mantenemos calientitos, total la plata la paga el Fisco (i.e. Moya).
La solución es obvia. El PMG debe mutar desde la evaluación absoluta de hoy a una relativa. Hay varias fórmulas posibles para eso. Por ejemplo, distribuir forzosamente a un tercio de los servicios en el peldaño inferior sin bono, a un tercio en el intermedio con medio bono y a otro tercio en el superior con bono máximo. Si mantuviéramos el monto total de bonificación que hoy asignamos, los beneficios serían significativamente superiores a los actuales, porque habría menos comensales para la misma torta, y eso sí que generaría un incentivo de verdad a mejorar la calidad de los servicios públicos. Y si mantuviéramos los porcentajes de bono sobre el sueldo bajaríamos el gasto en este ítem y con ello déficit fiscal, que también sería muy bienvenido.
Si no estamos dispuestos a ese cambio, lo menos que podemos hacer es eliminar el PMG y subir los sueldos. Lejos de lo ideal, pero al menos no despilfarraríamos esta enormidad de horas-persona, financiada con recursos públicos, llenando y luego evaluando formularios cuyo efecto en el desempeño es exactamente igual a cero.
Por Joaquín Barañao, Pivotes