El catalejo de Galileo

Otra oportunidad

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*Pedro Villarino es integrante de la Red Pivotes y académico Faro UDD

Esta columna es parte del newsletter semanal de Pivotes.

“A mí me gustaría bailar cueca con el acuerdo cerrado. Creo que la patria lo merece”. La cuña, pronunciada un 11 de septiembre de 2022 por Carolina Tohá, daba cuenta del anhelo –no del todo compartido dentro del oficialismo- por encausar el proceso constitucional tras los resultados del 4 de septiembre.

Hace ya más de un año que la frase fue emitida por la ministra, y aunque se deba reconocer que el contexto ha cambiado, sí cabría sostener que el anhelo subyacente en la oración persiste. Quizás hoy más que nunca.

El pasado viernes 8 culminaron las votaciones de enmiendas en las distintas comisiones del Consejo Constitucional. ¿El resultado? Pocos acuerdos y una heterogeneidad de normas cuyo estatus constitucional dista de concitar la anuencia de los técnicos jurídicos (constitucionalizar la cueca como baile nacional es solo un reflejo de ello).

Constituiría malicia desconocer los esfuerzos que al interior de la instancia se han desplegado en orden a lograr articular los consensos necesarios. Si bien los partidos, conscientes de que su quehacer descansa en la legitimidad institucional, han contribuido a ello, han terminado por resaltar rasgos identitarios y posturas de atrincheramiento. En consecuencia, las sesiones plenarias comenzarán este viernes 15 sobre la base de que en materias como salud, educación, seguridad, pensiones, vivienda y migración simplemente los consejeros fueron incapaces de llegar a acuerdos transversales.

No deben, por ende, sorprender las luces de alerta que expertos y analistas han esgrimido. La merma en la fe pública que algunas normas suscitan se ve reflejado en los porcentajes de rechazo que el debate constitucional provoca en la ciudadanía, lo que se ve reforzado por la cantidad de tiempo que el país ya lleva envuelto en este proceso, el cual ya es demasiado.

Si el proyecto no recoge objetivos primordiales de la vida de los chilenos, tales como seguridad, migración o calidad de vida, difícilmente éste logre ser aprobado en diciembre. Sin embargo ¿supone ello incorporar enmiendas que no son adecuadas al nivel constitucional, sino que son más bien propias de la discusión legislativa? Claramente no. A lo mejor -¿por qué no?-, el Partido Republicano aún está a tiempo de encausar correctamente la deliberación Más que mal, la encrucijada constitucional comprende lo que quizás sea el corazón de nuestro malestar: otro rechazo supondría una profundización de la crisis de representatividad en la que se haya sumergida nuestra democracia, y con él se estaría desperdiciando una segunda (y última) oportunidad de (re)articular y mejorar el sistema político vigente, abriendo paso con ello al populismo y al caudillismo.

¿A qué mástil cabe aferrarse, entonces? Atendida la estrechez del cronograma restante, una opción podría ser situar el acento y destacar aquellas materias que sí han logrado aunar posiciones, de manera que la gente sí perciba la capacidad de la política de encausar los problemas que la aquejan: la incorporación de mecanismos de participación ciudadana, el umbral de participación política, la autonomía del Banco Central, el robustecimiento de las normas de probidad y transparencia o la reforma al régimen del empleo público, por mencionar algunas. Aunque algunas provocan mayor entusiasmo que otras, es un comienzo. Y aún hay tiempo. La ministra tiene razón: la patria lo merece.

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