EL MERCURIO

Pacto fiscal: lo bueno, lo malo y…

Por: Bernardo Larraín

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Señor Director:

Comparto lo bueno que Felipe Larraín y Hermann González destacan en su columna de la propuesta de pacto fiscal del Gobierno. Pero como a la hora de hacerle un seguimiento a las propuestas específicas menos es más, sugiero poner el foco en dos: en la reforma al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, pues no hay proyecto de hidrógeno verde, litio o desalación que resista los plazos y criterios discrecionales que se observan hoy; y en la creación de una Agencia de Calidad de Políticas Públicas, porque es urgente instalar en el Estado una institución independiente que se aboque a la tarea de evaluar la eficacia, eficiencia y servicialidad con que las políticas públicas están cumpliendo o no sus objetivos.

En lo malo, creo necesario resaltar que el pacto propuesto persevera en la gran contradicción de la estrategia económica del Gobierno: mientras anuncia para desalación y otras infraestructuras el modelo de concesiones a empresas privadas, en litio prioriza la negociación o asignación directa de contratos de operación a empresas estatales o controladas por él. ¿Por qué no corregir de una vez la anomalía mundial que hace que el litio en Chile sea el único mineral importante que no es concesible? ¿Por qué no abrir la cancha para que compitan en igualdad de condiciones empresas públicas y privadas?

Finalmente creo que la principal omisión del pacto propuesto es el imperativo cambio en el régimen de empleo público, que, entre otras materias, le ponga límites a la cancha libre que tienen los gobiernos para designar personas cercanas políticamente, y no a las más capaces y experimentadas. Más que controles burocráticos que afectarán por igual a justos y pecadores, esta reforma representa el antídoto real para evitar el escandaloso desvío de fondos públicos a fines ajenos —políticos, corrupción— que observamos en el caso Democracia Viva.

En medio de tanta polarización y trinchera política, es de esperar que aparezcan liderazgos que, como sugiere su editorial del miércoles pasado, más que oponerse a los cambios, den un paso al frente para ofrecer respuestas ambiciosas que doten de contenidos precisos lo bueno, que enmienden lo malo y llenen las omisiones.

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